Comentario
Capítulo XVI
Que trata de cómo supo el general de una fuerza en que estaban los señores y la demás gente de guerra y la orden que tuvo para ir a ellos y de lo que le sucedió
Sabido por el general, de los indios que habían tomado, de cómo los señores indios estaban en aquella fuerza, mandó a su teniente que fuese con cuarenta hombres de a caballo para que hiciesen rostro a los indios. Dioles una guía y mandóles caminar aquel día y la noche, porque otro día de mañana se hallase a vista de la fuerza, y que entretanto él iría a tomarles las espaldas con otros tantos de a caballo por un rodeo que habría veinte y cinco leguas del mal camino. Y dijo que las andaría en aquel tiempo de aquel día y noche, y ansí lo hizo, dejando buena guarda en su real.
Luego se partió y dio tan buena maña, que antes que su teniente allegase con media legua de camino trayendo los indios a buen recaudo, y puestos en arma para contra aquellos que iban por la ciénaga. Y los indios que por las laderas estaban sobre la ciénaga daban mucho que hacer a los cristianos, de suerte que no les dejaba caminar todo aquello que querían.
Como allegó el general, acometió al fuerte por las espaldas con tanto ímpetu y destreza que desbarató los indios, y matando muchos de ellos, los hizo huir luego. Y envió a decir a su teniente con seis de a caballo que tomase los altos, y que ya tenía tomado el fuerte, y que los indios iban huyendo.
Viendo el general que había menester ir más gente a tomar los altos, porque los indios estaban apoderados en ellos, le envió la mitad de la gente que consigo tenía, y que no dejase a vida indio de los que tomase, ni mujer ni muchacho, y que si tomase algún señor de aquellos de que él tenía noticia, que se lo trajesen vivo, porque tenía mucho deseo de verle en sus manos, y se recogieron donde él estaba. El asiento que este fuerte tenía entre dos altas sierras que no se podía entrar a él, sino por dos muy angostas sierras y sendas que los indios tenían hechas a manos, y a trechos muy malos pasos de despeñaderos y flechaderos, y arriba una gruesa muralla que atraviesa de una sierra a otra. Tendría de largo cien pasos, y ante ella una profundísima cava llena de agua, y dentro de ella hechos muchos flechaderos para poder hacer a su salvo todo el daño a los que ganársela quisiesen, de suerte que los que entraban habían de ser combatidos de ambas sierras y del llano. Y si el general no tuviera tanta diligencia en caminar tan largo camino en breve tiempo, y tomarles las espías que tenían puestas los señores, porque no fueron avisados de su ida, por acometerles tan impensadamente y con tanto ánimo y determinación, no se les podía ganar el paso, y si se ganara, fuera con grave trabajo y pérdida de cristianos.
De esta suerte se le ganó. Y los indios quedando en extremo atemorizados y espantados, diciendo que tenían por imposible ver que en una hora había ganado el general con tan pocos cristianos un fuerte que los ingas con treinta mil indios de guerra no lo pudieron tomar en un año. Murieron muchos indios mancebos, valentísimos hombres que pelearon varonilmente. Prendiéronse indios e indias y muchachos más de trescientos. Y húbose ropa y oro, aunque no mucha cantidad. Tomaron ovejas y comida, que un mes había que no comíamos carne hasta que llegaron estas ovejas al real.
Hecho esto, mandó el general recoger toda la gente y descansó allí dos días. Mataron un cristiano los indios y cuatro caballos y algunos yanaconas. Y partióse de allí con los prisioneros para el real, haciendo mensajeros a los señores, que les dijesen que viniesen a le hablar dentro de cuatro días que les daba de término, y que él los recibiría a la paz viniendo en aquel tiempo, y que no hubiesen temor que no les haría mal por haberle quebrantado la palabra, si de allí adelante se la mantenían como debían.
Venido el general al real, halló entre los prisioneros a las mujeres e hijos del cacique Gualenica, uno de los dos señores que tengo dicho, y mandó las tuviesen a recaudo, encargándolas a una persona de mucha confianza para que nadie no les tocase en sus personas a las mujeres e hijos, lo cual así se hizo el tiempo que los detuvo.
Y viendo que la comida y el bastimento se le apocaba, y que su principal intento era ir adelante a poblar una ciudad donde hallase buen sitio y que no era justo esperar en aquel valle, porque ya que quisiese estar a conquistar los indios, estaba en su discreción guardar la paz. Hechas estas diligencias y echadas estas consideraciones, acordó de salir de este valle.